BURGOS 2016, VIAJANDO EN BUSCA DE LA DES-MEMORIA

Posted on marzo 11, 2011

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En general, el proyecto de la candidatura a la capitalidad cultural europea del 2016 presentado por Burgos podría calificarse a primera vista como ambicioso, incluso innovador, si atendemos al contexto ciudadano en el que opera. Términos como r-evolución (así escrito, con guioncito en medio, para recalcar el sentido juguetón y posmoderno del “conceto”), ADN cultural o participación ciudadana resuenan en cada centímetro cuadrado publicado por la Fundación Burgos 2016. Una fundación creada con el propósito de catapultar a nuestra ciudad a las cumbres de la excelencia cultural y, por supuesto, no faltaría más, al beneficio económico derivado de la misma.

Tal vez el primer problema que se plantea en el discurso trasmitido por este proyecto derive  precisamente del carácter secundario, apenas epidérmico, que reviste lo cultural en este binomio. Es difícil desprenderse de la sensación de estar ante una “puesta en escena”, una representación en clave cultural para obtener un rédito en clave económica. Esta esquizofrenia o estrategia de merchandising o lo que sea, no parece tener, ni por asomo, el objetivo real de estimular la realidad cultural de la ciudadanía burgalesa, ni el de contribuir a generar espacios de participación ciudadana o el de transformar mucho más que ciertos sectores económicos de gran importancia estratégica.

Muchas personas no encontrarán nada que objetar en la operación, al fin y al cabo, ¿para qué sirve la cultura si no es para llenar bares y hoteles y tiendas?… A otras nos asalta la inquietud al ver crecer una enorme impostura que, como todas las imposturas que en el mundo han sido, se alimenta de realidades y las anula. Todo ello se agrava por la marcada tendencia, creciente en estos tiempos, a tomar palabras, vaciarlas de contenido y convertirlas en coartadas de discursos enunciados por personas que no los entienden, y que seguramente no los compartirían, en el remoto caso de que consiguieran comprenderlos.

Veamos un ejemplo, el más terrible, y quizá por ello el más claro, nos lo ofrecen las propuestas que el proyecto recoge en torno al franquismo. A nadie se le escapa que cualquier actividad cultural que mire hacia el pasado reciente de esta ciudad, para “reencontrarse con él”, pasa por admitir que fue el escenario principal de una serie de acontecimientos bastante siniestros para la historia contemporánea del país, incluso del continente europeo. Pero el proyecto que se nos propone, lejos de sus pretenciosos enunciados, nos deja en un punto muy alejado de esa actitud auto-reflexiva que exige un planteamiento cultural y participativo auténtico.

”Viajes en busca de la verdad”… el viaje como fuente de conocimiento, sugerente, ¿no?  Este el título de uno de los bloques de actividades que incluye cuestiones como el exilio artístico. Ese viaje tan productivo en términos creativos que se vieron obligados a emprender un nutrido grupo de artistas e intelectuales españoles junto a aproximadamente otro medio millón de personas en 1939, para escapar de la represión desatada tras el triunfo militar del bando sublevado. Dejando al margen la naturaleza un tanto aleatoria de la elección de los artistas seleccionados: Pau Casals, La Argentinita, etc… Si lo que pretendemos es realizar “un viaje en busca de la verdad” o “re-descubrir” nuestro “ADN cultural” parece más lógico empezar por buscar la causa de ese exilio, y, desde luego, eso implica asumir el triste papel que desempeñó esta ciudad en aquel espeluznante pasado.

De la misma manera, saber que Burgos fue una enorme prisión en la que el franquismo encerró y sometió a malos tratos y abusos a miles de personas en cárceles y campos de concentración, diseminados a lo largo y ancho de nuestro territorio, resulta un contexto más que imprescindible para situar la actividad que desde el proyecto “Imaginemos” nos propone recrear la “terrible experiencia del cautiverio” en el campo de concentración de Miranda de Ebro. Quizás así, la verdad en pos de la que se nos invita a viajar nos haría más libres, y podríamos por fin comprometernos con la urgente tarea de liberar del abrazo de la tierra a los cientos o más bien miles de personas que, desde hace setenta y cinco años, permanecen tiradas por cunetas y parajes diversos de Burgos y provincia, incluyendo a algunos ilustres artistas y creadores locales, como el músico Antonio José Martínez Palacios o el periodista y editor Antonio Pardo Casas… entre otros muchos que tampoco tuvieron la oscura fortuna de escapar hacia un exilio creativo.

Pero esta opción tan necesaria, rentable e higiénica en términos de cultura e identidad (análisis en clave cultural), probablemente no resulte muy “vendible” en términos de hostelería y turismo de congresos (análisis en clave económica) y para rematar es abiertamente incómoda de formular para quienes aún defienden  la “placidez” que respiraban algunos durante el franquismo. El dilema real aquí no reside en aclarar cuál de los dos objetivos es más legítimo o rentable, por desgracia la decisión entre cuál de ellos es el prioritario y dominante ya ha sido tomada hace tiempo.
El único problema que se le plantea a la candidatura  es como eludir estas espinosas cuestiones y vender su producto,  la “marca Burgos”, a Europa, evitando a la vez que se les tache de rancios, casposos y neofranquistas, por omitir en su propuesta un concepto tan omnipresente en las esferas del pensamiento y la creación contemporánea como es la memoria.

La solución aplicada para salir de este lodazal vergonzante empieza a ser un clásico del cínico siglo XXI: se busca alguna propuesta más amable y aséptica (artistas y exilio o diálogo intergeneracional y revisionismo popular), lo suficientemente ambigua para resultar cómoda al prócer de turno, se adoba con una serie de tecnicismos y lugares comunes sacados de la agenda 21 o documentación similar, se le embucha como sea alguna actividad artística a realizar por algún subcontratado del subcontratante de la parte contratante, y, finalmente se marca alcanzado en la casilla del objetivo memoria histórica, para acabar sacando pecho a golpe de “porque yo lo valgo” tras la operación memoricida…. En resumen, que más que buscando la verdad parece que estén huyendo de ella, lo repugnante en este caso es que lo hacen caminando sobre los muertos.

Para terminar, y pese a ser consciente de la enorme dificultad que se les plantea a muchos que se llaman decentes, a la hora de comprender algo, cuando precisamente se les paga para que no lo entiendan, no me resisto a lanzar un aviso a farsantes, bufones y otros campeadores del olvido.
Recordamos para rellenar huecos, las enormes grietas que crecen en la corriente discontinua del tiempo, esos abismos a los que nos asomamos al preguntarnos quienes somos. Para ayudarnos en esa tarea, los recuerdos se doblan hacia atrás, reflexionan, cosechan el reflejo del pasado y lo arrojan a nuestros pies, convirtiéndolo en tierra firme sobre la que caminar. Recordamos para bañar de luz el presente, para ubicar el punto exacto en que habitamos, para reconocer huellas y sendas y, de ese modo, negar la huida de todo lo que amamos. Recordamos para poder ver crecer alguna pequeña burbuja de eternidad, en la inmensa mar océana del acontecer humano. Es decir, recordamos porque recordar es existir y, tengan muy presente que no recordar es justo lo contrario.

 

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